domingo, 13 de octubre de 2013

Maraton de la Sierra Norte 2013



Resumen de la maratón: ACOJONANTE


Si alguien pensó que porque esta semana daban lluvias y para qué pasar penalidades, se equivocó hasta el rabo; precisamente hay que ir cuando acabe de llover. Dos charcos he contao. Se lo traga todo el terreno, arena granítica que filtra todo lo que le caiga. Empieza la temporada de lluvias y pienso volver, y espero no hacerlo solo.



Hoy disfruté de la mejor compañía que se pueda tener en una maratón tan exigente en lo físico y en la parte técnica, de la que todos conocéis y sufrís mí amplia pericia: er señor Sebas, una maquina de triturar senderos, p'arriba o p'abajo.


Nos temíamos lo peor antes de salir porque una hora antes jarreaba, y a las 8:50 ya estábamos dando pedales, salida apesebrada porque a los 400 tíos presentados había que sacarlos de la urbanización de donde salíamos por un camino no muy ancho. Dos kms. y desbandada de ñus por el Serengueti.



Y como un Kabralajara conocido de Sebas nos coló en las primeras filas (coñó hacía yo allí) pues empezamos a partir biela, demasiado diría yo, aunque no duraría mucho. Km 4: Sebas con pérdida de presión en rueda trasera (acordaros: PANARACER), parece que un pequeño corte en flanco que el latex pimentonado del amigo no era capaz de cerrar (hay que usar con denominación de origen, de la Vera por ejemplo). Inflar y esperar a ver si cerraba. Otro sofoco y la rueda no sellaba, así que primera cámara (sí primera) con la consiguiente pérdida de posiciones en una zona rápida al principio que en ningún momento era pista pero que te permitía ir alegre. Allí mientras arreglábamos el primer desaguisado apareció el que luego sería nuestro ángel de la guarda: Lele del Campiña Bike, que tiró p'alante mientras amasábamos latex precocinado.



Para atrás otra vez y a poner la aspirador en "mode on", pasao muchas veces de tranca, todo picando para arriba y cada vez estrechándose más los caminos y convirtiéndose en senderos llegando a la zona de La Cabrera. Y los senderos en trialeras. No sé las veces que la pobre horquilla habrá hecho tope hoy, pero como decía Sebas, "esto es p'a una horquilla de 120".



Pasado el primer avituallamiento enlazamos con Lele, y ya continuaríamos los tres todo el trayecto, siempre en un continuo sube baja que no te deja descansar; muy exigente la ruta.



Hasta que bajando por un sendero con piedra suelta, llantazo del amigo Sebas que por suerte llevaba otra (tú esto te lo olías). Pero a los minutos empieza otra vez a flanear la cubierta, perdiendo presión, y trabajando la bomba de Lele a tajo para ver si llegábamos al siguiente pueblo, Loyozuela, donde había un avituallamiento. Al final un parche de Lele nos salvó.



Pero nos quedamos los últimos y conocíamos que la organización había establecido un punto de corte sobre el km. 50. Así que a darle al tema. Al menos gran parte de la ruta la hicimos solos y no encontramos agobios en los senderos y trialeras, los hicimos a nuestro antojo.



Al punto de corte llegamos por los pelos después de pasar por El Berrueco, pegados al embalse del Atazar, buena subida después + senderos+ trialeras, y algunas zonas donde ya había que hacer empuja-bike porque o te la pegabas bajando o te dejabas el eje del pedalier+las bielas subiendo (no quiero ni mirar como habrán quedao las bielas hoy de tanto rozarlas).



Ya en el último avituallamiento nos pusimos como el Kiko y directos los último doce kilómetros al punto de partida, con dos trialeras que Sebas se merendó, y que Lele y yo decidimos no probar con rotura de clavícula, más una subida petante de subida desde la N320 hasta el punto de llegada, como guinda al pastel que nos habían preparado.



Servesa+empanada+macarrones con chistorra y vuelta a casa.




Señores, vayan pensando un día ir por allí, que sólo tardamos medía hora en llegar y vale la pena, vale mucho la pena. Ahora, aviso, hay sitios que me he tirado hoy que cualquier fin de semana no haría (el granito está muy duro), y eso que el terreno te agarra como una lija, difícil arrastrar la rueda por muy empinada sea la trialera (no como las trialeras alcarreñas, todas llenas de canicas). Y todo lo que no es piedra, una infinita alfombra de arena para que los señores vayan cómodos. En seco, ni pisar aquello.





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